Se destacan su cúpula revestida de azulejos negros y blancos, así como la torre de dos cuerpos. 

En el interior, se destaca el altar mayor neoclásico que es obra de José Manzo. Flanqueando este altar, se conservan excelentes retablos barrocos del primer tercio del siglo XVIII.

El altar dedicado a Santa Teresa de Ávila, tiene una escultura de tamaño natural y en su remate hay una pintura que muestra a San Juan de la Cruz.

En el retablo dedicado a vírgenes y mártires, hay ocho óleos de Francisco Javier de Salazar pintados en la primera mitad del siglo XVIII. Del lado del Evangelio está el que ahora ocupa el sagrario del templo, que se dedicó a Cristo Rey y que resguarda en el nicho superior una escultura de la Inmaculada Concepción.

El púlpito es de singular belleza y en el sotacoro se encuentran dos grandes cuadros de Pablo José Talavera. En uno se recrea el traslado de la imagen de la Virgen de la Soledad, junto con las monjas fundadoras a su nuevo templo, y en el otro se muestra al Papa Benedicto XIII entregando la bula al convento de monjas carmelitas.